Según el artículo 25.1 del Decreto 327/2010, "Los centros educativos podrán crear aulas de convivencia para el tratamiento individualizado del alumnado que, como consecuencia de la imposición de una corrección o medida disciplinaria por alguna de las conductas tipificadas en los artículos 34 y 37, se vea privado de su derecho a participar en el normal desarrollo de las actividades lectivas".
Respecto al tipo de medidas disciplinarias, el artículo 25.3 del mismo Decreto establece que "En estas aulas de convivencia se favorecerá un proceso de reflexión por parte de cada alumno o alumna que sea atendido en las mismas acerca de las circunstancias que han motivado su presencia en ellas, de acuerdo con los criterios del correspondiente departamento de orientación, y se garantizará la realización de las actividades formativas que determine el equipo docente que atiende al alumno o alumna".
De acuerdo con la Ley el uso de las aulas de convivencia tiene una finalidad constructiva, que pretende que el alumno reflexione sobre su conducta conflictiva. De esta forma, el alumno cambiará de conducta y adoptará una actitud más acorde con el buen clima del centro. Hasta ahí todo muy bonito, pero… ¿Es éste el uso que realmente se les da a las aulas de convivencia? La realidad es que no. Cuando un alumno que ha recibido una amonestación o sanción es trasladado a un aula de convivencia, lo más que suele ocurrir es que dicho alumno pase una hora encerrado en el aula sin hacer absolutamente nada, con la presencia de un profesor de guardia como mucho, él cual no interactúa con el alumno ni le propone ningún tipo de actividad pedagógica. Por lo tanto, no se está cumpliendo lo que dice la Ley.
Si por ejemplo se diera el caso de que fueran varios los alumnos que han sido trasladados al aula de convivencia, se podrían realizar actividades relacionadas con el motivo del traslado de éstos en dinámica de grupos. Así como realizar visionados o cualquier otra actividad que motive al alumno o alumnos a no repetir esa conducta negativa.
Respecto al tipo de medidas disciplinarias, el artículo 25.3 del mismo Decreto establece que "En estas aulas de convivencia se favorecerá un proceso de reflexión por parte de cada alumno o alumna que sea atendido en las mismas acerca de las circunstancias que han motivado su presencia en ellas, de acuerdo con los criterios del correspondiente departamento de orientación, y se garantizará la realización de las actividades formativas que determine el equipo docente que atiende al alumno o alumna".
De acuerdo con la Ley el uso de las aulas de convivencia tiene una finalidad constructiva, que pretende que el alumno reflexione sobre su conducta conflictiva. De esta forma, el alumno cambiará de conducta y adoptará una actitud más acorde con el buen clima del centro. Hasta ahí todo muy bonito, pero… ¿Es éste el uso que realmente se les da a las aulas de convivencia? La realidad es que no. Cuando un alumno que ha recibido una amonestación o sanción es trasladado a un aula de convivencia, lo más que suele ocurrir es que dicho alumno pase una hora encerrado en el aula sin hacer absolutamente nada, con la presencia de un profesor de guardia como mucho, él cual no interactúa con el alumno ni le propone ningún tipo de actividad pedagógica. Por lo tanto, no se está cumpliendo lo que dice la Ley.
Si por ejemplo se diera el caso de que fueran varios los alumnos que han sido trasladados al aula de convivencia, se podrían realizar actividades relacionadas con el motivo del traslado de éstos en dinámica de grupos. Así como realizar visionados o cualquier otra actividad que motive al alumno o alumnos a no repetir esa conducta negativa.
http://www.juntadeandalucia.es/educacion/webportal/abaco-portlet/content/91abb465-a4b9-4417-8676-32247a3bb193
ResponderEliminarEntre otras cuestiones, estas aulas de convivencia aparecen como una alternativa a la expulsión, ya que, en teoría no favorece la corrección de la conducta y tampoco es concebida por el alumno como un castigo. El objetivo, como bien ha señalado José, es el favorecer un proceso de reflexión, que por otra parte, no creo que se consiga en la mayoría de los casos. Estas aulas me recuerdan un poco al conocido "rincón de pensar" utilizado en etapas inferiores. Igualmente, estas aulas están gestionadas por un equipo de coordinación pedagógica pero en muchas ocasiones, el número de profesores no es suficiente para encargarse de las necesidades educativas de este tipo de alumnado, con lo cual, en estos casos su objetivo tampoco llega a cumplirse íntegramente.
En mi opinión, y tras consultar el documento, creo que todo lo que propone el plan se queda en eso, en el papel. Si consultamos la página de la junta de Andalucía en el apartado de Aulas de Convivencia vemos que la estructura está enfocada a la reflexión, que se proponen actividades con materiales didácticos, en un aula acondicionada para ello. En la práctica, no creo que cuando un chico se marcha de clase porque la profesora le pide que vaya al aula de convivencia piense en que está castigado. Él o ella piensa en que va a perder una hora de clase en una sala (en mi instituto era una sala muy pequeña justo al lado del despacho de jefe de estudios) a hablar con los otros chicos, mientras que el profesor corrige exámenes.
ResponderEliminarCreo que la solución a esta situación sería reforzar el papel del orientador del instituto y que realmente se realizaran las actividades de reflexión, o visionado de vídeos, o incluso experiencias de personas que pudieran "abrirle los ojos" a los alumnos.
http://www.juntadeandalucia.es/averroes/convivenciaeigualdad/guia/aula.html